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miércoles, 21 de febrero de 2018

La otra cara de la moneda...


Soy el tonto que se puso a sus pies y me engañó...

Me dijerón que a las mujeres hay que tratarlas con paciencia, que muchas veces me harían cerrar los puños y saltar las venas de coraje, pero, tenía que guardar la calma y lo hice. 

La traté como una dama y me volví adicto al trabajo por darle lo mejor. Guardé silencio, aquella vez que sus guisados no sabían a nada, porque seguro no tuvo un buen día.

Me esforzé por sonreir al llegar agotado y le preguntaba qué tal le fue en su día, aunque el sueño estaba por derrotarme. Fuí el que le llevó rosas después de tantos años, solo porque la amaba.

El que le besó la frente cuando su mal humor la convertía en una diabla y me sentía orgulloso caminando a su lado. Me hizo el hombre más feliz al traer al mundo a esa personita que hoy me llama papá.

Me quedé sin nada por darle todo, me olvidé de mis sueños por cumplir los suyos, me dediqué a ser el esposo perfecto, pero no funcionó.

Porque a pesar de amarla con locura, de hacerla mía tantas noches con las mismas ganas, de verla dormir y suspirar profundo...me falló.

Y al mismo tiempo que las gotas de sudor caían sobre mi frente, las de ella le escurrían por la cintura. Mientras yo me quejaba del peso, ella gemía de placer.

Su carita dulce desapareció para mi, cuando se enredó con otro...

entonces me pregunté: no se quejan tantas mujeres de no ser valoradas? Y cuando encuentran un caballero, un hombre que les entrega hasta el alma y les respeta, lo traicionan, aniquilando las ganas de volver a amar...me dejó sin esperanzas, me enterró en vida.

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